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EDUARD MÜHLENPFORDT: APORTACIONES AL ESTUDIO DE LA HISTORIA DE OAXACA A TRAVÉS DE LA ARQUITECTURA

Actualizado: 2 jun 2018

Víctor Jiménez

Fundación Juan Rulfo



El primer americano descubierto por Colón hizo un descubrimiento atroz.

Georg Christoph Lichtenberg



Durante el régimen colonial, una de las rutas más importantes que salían de la ciudad de México iba al puerto de Tehuantepec pasando por la ciudad de Oaxaca. Ese camino tocaba ahí el barrio del Marquesado, flanqueaba La Soledad y se convertía en la calle principal de Oaxaca. Al llegar al centro, a la derecha se veían la actual Alameda de León y el atrio de la catedral, cuya fachada principal, al poniente, da a ese jardín. La fachada lateral de la catedral abre su portada al camino. Cruzando la calle, frente a este acceso, se ubica la puerta del antiguo obispado, edificio que marcaba, por su frontalidad hacia la catedral, el centro de la ciudad colonial, no la plaza, que sólo era el mercado.

La centralidad aludida no es ya perceptible debido a las batallas perdidas por el clero -el ex obispado es una oficina pública y la catedral un inmueble más de propiedad federal-, así como al aumentar la importancia de calles como el andador Macedonio Alcalá. Pero volviendo al obispado, su fachada muestra unas formas que debemos rastrear en las antiguas fotografías para entenderlas mejor. Los entrantes y salientes son una aproximación a las formas de los palacios zapotecos de Mitla, aunque nunca tuvieron, en el obispado, las grecas distintivas de los mismos, y esto impidió por un tiempo entender su filiación.

...apareció algo inesperado. Ahí se lee, en palabras de este arquitecto alemán que vivió en Oaxaca entre las décadas de 1820 y 1830, una descripción que remite a las fotografías más antiguas del obispado. Mühlenpfordt fue funcionario de caminos en Oaxaca, recorrió el Estado y realizó el primer dibujo exacto de los palacios de Mitla. Pero también hizo, con su Versuch, un trabajo más completo que el de Humboldt, suma del saber que se podía reunir sobre la nueva nación mexicana -no colonia, como para Humboldt- en los diversos campos que su título adelanta.

Para quienes sí podían percibir su origen, como Manuel Toussaint, tal vínculo con Mitla sugería que la fachada colonial se hubiera sustituido hacia 1900 por esta versión del Palacio de las Columnas zapoteco. Se asignó a la moda porfiriana de resucitar formas “prehispánicas”, como la meticulosa imitación de Mitla de la base del monumento a Benito Juárez en la propia Oaxaca. Pero cuando Rogelio González y quien esto escribe decidimos encargar la traducción de un capítulo de la obra de Eduard Mühlenpfordt titulada Versuch einer getreuen Schilferung der Republik Mejico besonders in Beziehung auf Geographie, Ethnographie und Sattistik (Hannover, 1844), apareció algo inesperado. Ahí se lee, en palabras de este arquitecto alemán que vivió en Oaxaca entre las décadas de 1820 y 1830, una descripción que remite a las fotografías más antiguas del obispado. Mühlenpfordt fue funcionario de caminos en Oaxaca, recorrió el Estado y realizó el primer dibujo exacto de los palacios de Mitla. Pero también hizo, con su Versuch, un trabajo más completo que el de Humboldt, suma del saber que se podía reunir sobre la nueva nación mexicana -no colonia, como para Humboldt- en los diversos campos que su título adelanta.

Este competente observador percibió las formas del edificio del obispado antes de las modificaciones a su fachada que vemos hoy -se le agregó un segundo piso completo y sus ventanas se volvieron puertas, agregando una-. Mühlenpfordt consideraba evidente, con buenas razones, que la fachada del obispado dataría de inicios de la colonia. Una investigación a fondo nos llevó a saber que el edificio lo levantó Bernardo Alburquerque, segundo obispo de Oaxaca, en la década de 1550. Fue un activo inquisidor que ordenó el auto de fe en que fueron quemados vivos, en Tehuantepec, los últimos sacerdotes zapotecos de Mitla. Pero sobre todo, Alburquerque ejemplifica cómo se ocultó la acción de la Inquisición ejercida contra los nativos mexicanos, de manera devastadora y cruel, rebautizándola con un eufemismo: “evangelización”. Y ese fue el otro resultado de una investigación sobre un edificio visto antes sólo como rareza.


Foto atribuida a Abel Briquet. Por su ángulo y acercamiento es la más clara de las antiguas. Se ven con mayor detalle elementos como los colgantes del lado derecho de la fachada. En el cuerpo alto se perciben con más claridad las aberturas y molduras del mismo.

Un arquitecto alemán que vivió en Oaxaca


Eduard Mühlenpfordt nació en las últimas décadas del siglo XVIII en el norte de Alemania; estudió arquitectura en la universidad de Göttingen y habría escrito dos libros sobre perspectiva[i]. Puede ser de utilidad para hacerse una mejor idea de la formación intelectual de este arquitecto, anotar aquí que la universidad de Göttingen, ya entonces muy prestigiosa, había sido fundada en 1737 por el monarca inglés Jorge II y, gracias a una afortunada combinación de circunstancias, “se convirtió en bastión del racionalismo y la tolerancia intelectual. Si en otros sitios un ateo confeso era llevado al tribunal por herejía, ahí sólo recibía el módico sarcasmo de “entusiasta”. La ley académica de 1763 garantizaba a los profesores libertad de cátedra y de publicación y proscribía el nacionalismo”[ii].

Una de las personalidades más sobresalientes de esta universidad en el siglo XVIII fue Georg Christoph Lichtenberg (1742-1799), a cuyos cursos se acercaban distinguidas personalidades del mundo académico y científico, como Wilhelm von Humboldt en alguna ocasión -el contacto de éste con Götingen, como se verá, fue importante también por otro motivo-. Lichtenberg se hizo célebre por la originalidad de su pensamiento, siendo admirado por el mismo Kant y temido por otros: “es imposible alumbrar con la antorcha de la verdad sin quemar una que otra barba”, escribió[iii].

Pero también en otro aspecto es relevante esta universidad. Urs Bitterli se ha ocupado de su particularidad en el contexto de la cultura europea del siglo XVIII: el profesor de Göttingen y teólogo evangélico Johann D. Michaelis, entregado a la revisión científica de los textos bíblicos, aprovechó la fama de su universidad entre los científicos de cierta especialidad, que los hacía visitarla obligadamente, para obtener información útil para su propio trabajo:


Con ocasión del largo viaje de exploración por los países árabes iniciado por Carsten Niebhur el año 1761, Michaelis, profesor en Göttingen, a su paso le hizo entrega de un cuestionario con el ruego de que el viajero, en el curso de sus observaciones y sus conversaciones con la población oriental, pudiera arrojar luz sobre determinados temas y acontecimientos acerca de los cuales en la Biblia se hacían sólo alusiones oscuras y científicamente insatisfactorias […] La iniciativa de Michaelis inauguró la posibilidad de una nueva colaboración entre teología y ciencias naturales...[iv]



Se afianzaba así en Göttingen una tradición que la convertiría en una importante sede europea del conocimiento de la geografía y la antropología:


A partir de 1780, la universidad de Göttingen se tornó en Alemania un centro de examen y valoración científica de la literatura europea de viajes. Profesores como […] el antropólogo Johann Friedrich Blumenbach siguieron con ansia los descubrimientos de los viajeros extranjeros y se atrevieron a animar a los investigadores alemanes a parecidas empresas [...] Blumenbach reunió infatigablemente documentos etnológicos, viajó en pos de los visitantes exóticos cuya estancia en Europa le era anunciada, a fin de realizar sus observaciones directamente, y se mantuvo en contacto con los más célebres sabios especialistas […] En Alemania no había conocedor de la literatura de viajes que pudiera igualársele, y, por otro lado, salvo él fueron poquísimos los que no sólo pusieron énfasis en la necesidad de que los alemanes emprendieran viajes de exploración por las remotas regiones del mundo, sino que además participaron en la realización de tales proyectos.[v]


Blumenbach fue uno de los pioneros de la antropología física y la etnología:


El trabajo [de Blumenbach], aparecido el año de 1775, fue el primero en proponer un sistema de clasificación [de los distintos rasgos físicos humanos] algo satisfactorio. En esta obra se compilaba [...] el más vario saber acerca de la naturaleza y los rasgos típicos de otros pueblos [...] Blumenbach colaboró quizá de manera más definitiva que ningún otro, después de Linneo, en el auge de las investigaciones etnológicas [...] entre aquellos que estudiaron bajo su magisterio en la universidad de Göttingen se encuentran Haxthausen, viajero por Rusia, Langsdorff, circunnavegador del globo, Maximilian zu Wied, conocedor de América, y Alexander von Humboldt.

Göttingen ocuparía, así, un lugar especial en el medio académico alemán. En la sentencia de Lichtenberg que hemos elegido como epígrafe de este artículo[i] se advierte la influencia del cosmopolitismo de Göttingen en la forma de una aguda crítica al eurocentrismo (donde fue honrosamente pionero Montaigne) y por ende a los crímenes cometidos bajo su manto.

De esta universidad egresó Eduard Mühlenpfordt, probablemente entre la primera y la tercera década del siglo XIX. Es seguro que estaría adecuadamente familiarizado con la especialidad científica de Göttingen, aunque sus estudios tuviesen como objeto la arquitectura, y seguramente conoció a Blumenbach -quien murió en 1840, en el mismo Göttingen-. Si no se tiene en cuenta todo lo anterior, se podría pensar que el trabajo de Mühlenpfordt fuese una ocurrencia personal o el intento de emular el de Humboldt[ii], teniéndolo como única o principal referencia, ya que, por supuesto, conoció bien la obra de su predecesor y compatriota, y la utilizó. Pero más que ser Mühlenpfordt una rama del tronco de Humboldt son los dos, en sus respectivos momentos, producto de un mismo tronco común: la tradición científica de Göttingen en un campo específico, justamente el que ambos desarrollaron.


...se convertiría Mühlenpfordt en viajero, posiblemente por razones políticas, dirigiéndose a México y pasando en Oaxaca una parte importante de su estancia, que se inició en 1827 y concluyó en 1834. Trabajó para una compañía minera inglesa, la Mexican Company, en la zona de Ixtlán, y ocupó un puesto público, el de director de Caminos Públicos en el estado de Oaxaca. En este cargo hizo un proyecto no ejecutado pero de importancia histórica: el primer camino que uniría el Golfo de México con el Pacífico, pasando por Oaxaca.

En la década de 1820 se convertiría Mühlenpfordt en viajero, posiblemente por razones políticas, dirigiéndose a México y pasando en Oaxaca una parte importante de su estancia, que se inició en 1827 y concluyó en 1834. Trabajó para una compañía minera inglesa, la Mexican Company, en la zona de Ixtlán, y ocupó un puesto público, el de director de Caminos Públicos en el estado de Oaxaca. En este cargo hizo un proyecto no ejecutado pero de importancia histórica: el primer camino que uniría el Golfo de México con el Pacífico, pasando por Oaxaca. Además de su notable trabajo sobre Mitla, escribió su ambicioso Versuch einer getreuen Schilderung der Republik Mejico besonders in Beziehung auf Geographie, Ethnographie und Statistik, publicado en Hannover en 1844, particularmente bien documentado en el caso de Oaxaca, como se puede comprender. En este libro aparecen descripciones geográficas y de las etnias oaxaqueñas que inmediatamente relacionan su trabajo, desde el título mismo, con la tradición científica y académica de Göttingen, y que podrían ser de cierto interés para la historia de la antropología mexicana -de hecho habría que incluir a Mühlenpfordt entre sus pioneros, además de serlo ya en la arqueología-. Este arquitecto alemán tuvo tiempo suficiente, durante su estancia en Oaxaca, de leer a Francisco Burgoa y, más sorprendentemente aún, de copiar un célebre manuscrito hoy perdido que estaba en el convento de Santo Domingo y que citan Burgoa,[viii] Mariano Beristáin[ix] y Juan B. Carriedo[x]:


En la biblioteca del convento se encuentran publicaciones y manuscritos muy valiosos y antiguos, básicos para conocer acerca de las condiciones anteriores de los indios de Oajaca. Entre los manuscritos merece particular atención una historia eclesiástica sobre la provincia de los dominicos de Oajaca, escrita por Christoval Chavez Castillejos, muy rica en apuntes de la historia de los zapotecas, mistecas, mijes, etc.[xi]


La parte de su trabajo que Mühlenpfordt dedica a la etnografía de Oaxaca podría ser, muy probablemente, una supervivencia parcial de la obra de Chávez Castillejos, ya que ésta sería una de sus fuentes en la materia. Mühlenpfordt consultó también, para la parte estadística, el entonces apenas concluido trabajo de José M. Murguía y Galardi[xii] y lo citó en varias ocasiones. Cuando describe algún edificio de su interés proporciona los datos relativos a su fecha de realización y el nombre del arquitecto o pintor que trabajó allí, según pudo determinarlo en alguno de los documentos consultados -generalmente Burgoa-. Al leer el trabajo de Mühlenpfordt es imposible no advertir la deuda de Carriedo con el estudioso alemán, tanto por su influencia personal sobre el historiador oaxaqueño como por su probable lectura de las notas previas del Versuch redactadas por Mühlenpfordt en español en Oaxaca, ya que es muy improbable que Carriedo pudiese leer la lengua alemana. Lo que sí es seguro es que el oaxaqueño habría conocido, con detalle incluso, el plan de trabajo de Mühlenpfordt, incluyendo parte de su texto, como cita para el caso de su obra sobre Mitla[xiii].

Las áreas de interés de Mühlenpfordt comprenden, con todo el rigor que es posible exigir en su época y para los medios de que dispuso, la etnografía y la geografía, así como la arquitectura y su historia, con una profundidad científica que alcanza la mayor altura en su excepcional trabajo gráfico sobre Mitla. A esto contribuyó que su estancia en Oaxaca no fuese la de un visitante de unos pocos días o semanas; pudo por ello informarse y documentarse en los diversos campos de su interés con profundidad más que aceptable, y de él es la siguiente descripción del palacio episcopal de Oaxaca, durante la época de su permanencia:


En la parte norte frente a la catedral se encuentra el Palacio episcopal, curioso por su peculiar construcción. De hecho, para el exterior de este edificio de un piso, se intentó copiar el estilo arquitectónico de los antiguos palacios sacerdotales zapotecos de Mitla, sólo que a su fachada frontal se le sobrepuso una ancha portada ornamentada con pilares en estilo toscano rústico, además de una hilera de ventanas y, en los huecos de la pared, a modo de nichos, faltan las grecas de mosaico en relieve hechas con piedrecitas adosadas, y con las que aquellos edificios se hallan tan singularmente adornados. No he podido averiguar cuándo fue construido este palacio; pero debió ser, probablemente, poco tiempo después de que Oajaca se convirtiera en sede episcopal, en el año de 1535. El jardín del palacio no es muy grande, aunque sí hermoso, y en él se encuentran algunas especies raras de plantas ornamentales europeas y mexicanas.[xiv]


...el edificio tenía ya en la década de 1820 la fachada que ostenta en las fotografías más antiguas y que, con los cambios descritos, vemos todavía hoy en la actual planta baja.

Este texto obliga a varias reflexiones. La primera, la más sorprendente, es la constatación del hecho de que el edificio tenía ya en la década de 1820 la fachada que ostenta en las fotografías más antiguas y que, con los cambios descritos, vemos todavía hoy en la actual planta baja. La segunda se refiere a la descripción misma de la fachada y la tercera tendría como objeto su posible fecha de construcción. Sobre las tres nos extenderemos.

El propio Mühlenpfordt nos informa de la situación que guardaba el cargo de obispo en los años en que él estuvo en Oaxaca y anteriores, e incluso el inmediato posterior a su estancia. Esto último revela que seguía manteniéndose informado sobre los asuntos oaxaqueños desde Europa, y lo más probable es que su corresponsal no fuese otro que Carriedo, ya que éste incluye en su libro un “catálogo” de los obispos oaxaqueños[xv]:


Por lo que se refiere al aspecto eclesiástico, el Estado tiene su propio obispo y la sede, vacante desde hacía mucho tiempo, se encuentra ocupada nuevamente desde mayo de 1840. El obispado de Oajaca se erigió en 1535 por una bula del papa, Pablo III, construyéndose entonces la primera catedral en la capital de la provincia. De los 24 obispos que hasta ahora han ocupado la sede, 8 han sido americanos, de los cuales 2 eran oriundos del propio obispado. También el actual (el 25º), Señor Villanueva, es mejicano.[xvi]


El obispo vigésimo quinto fue en realidad Antonio Mantecón, quien ocupó el cargo de 1844 a 1852; Epigmenio Villanueva es consignado significativamente con el número 25º por Carriedo, quien nos informa que murió sin tomar posesión, eventualidad que no ocurría por primera vez, ni mucho menos: ya uno anterior al mismo Juan Zárate, primer obispo de Oaxaca, entre otros, habían tenido la misma mala suerte, lo que ocasionó que no siempre coincidan en las fuentes los números asignados a estos funcionarios eclesiásticos. Al parecer el sucesor de Villanueva, Ángel Mariano Morales (24º), también fue sucedido por otro que falleció sin ocupar el cargo, y todo esto habría ocurrido hacia el año de impresión del libro de Mühlenpfordt (1844) sin que el arquitecto alemán lo pudiese recoger.

Los obispos anteriores, con la numeración más empleada actualmente, habían sido: Antonio Bergosa (22º) de 1802 a 1812, año en que deja Oaxaca, pero sigue como titular todavía por varios años; Manuel Isidoro Pérez (23º) de 1820 a 1827, y Ángel Mariano Morales (24º), de 1842 a 1843.

Por otra parte, la situación de la Iglesia —es decir de Roma, pero igualmente de España— al consumarse la Independencia era de franca hostilidad hacia México: el obispo Isidoro Pérez, que era español, se mantuvo en una situación precaria e incluso muy discreta, viéndose obligado finalmente a abandonar Oaxaca en 1827[xvii]. Difícilmente pudo tener alguna actividad relevante en su época, lo que incluye intervenciones en la residencia episcopal. Mühlenpfordt, por lo demás, hubiese encontrado el edificio recién inaugurado o remodelado si este obispo hubiese tomado iniciativas en tal sentido. Que esto era del todo imposible lo evidencia un documento de 1823, en el que tres religiosos respondían con seudónimos como “El Templado Oajaqueño” y “El Oajaqueño amante de la verdad”, a un impreso firmado con otro seudónimo, “El Prudente Oajaqueño”, que decía cosas no muy halagadoras del obispo Pérez[xviii].


Bergosa obtuvo el infame privilegio de presidir el auto de fe en que Morelos fue azotado y degradado como sacerdote. Lucas Alamán nos informa que, durante la ceremonia, Morelos “se mantuvo sereno”, mientras “el obispo se deshacía en llanto”, lo que bien podría expresar —no nos engañemos— la satisfacción que le producía culminar así su larga carrera como inquisidor[xxiv].

En cuanto al obispo vigésimo segundo, Antonio Bergosa, se trata de un personaje que ocupa un lugar verdaderamente conspicuo en la historia de la Iglesia católica en nuestro país. Antes de llegar a Oaxaca fue nombrado Inquisidor General de México, cargo que ejerció del 2 de agosto de 1799 al 13 de octubre de 1800, abandonándolo para ser promovido como obispo de Oaxaca, como informa Eutimio Pérez[xix]. Se sabe menos -Pérez no dice nada al respecto- de su larga e intensa experiencia previa como inquisidor de la que él mismo se ufanaría después: en 1783 se encuentra activo como tal, organizando un auto de fe, recibiendo a la virreina la víspera para mostrarle los preparativos y tomando medidas contra los curas que enamoraban señoras desde el confesionario[xx]. Y todavía, como veremos, protagonizará un auto de fe al que debe su triste celebridad. Como obispo de Oaxaca la historia le dio amplias oportunidades de hacerse notar, pero de tal forma que no habría de gozar ni siquiera de las simpatías de los historiadores conservadores; al ocuparse Eutimio Pérez de él, cita al mismo Lucas Alamán cuando dice que “tenía grande actividad, pero carecía de inteligencia”[xxi]. Su comportamiento, sin embargo, obedece más a consideraciones relacionadas con su profesión y lealtad nacional -era español- que a su capacidad intelectual. Prohibió la educación de los niños en lenguas ajenas al español y saqueó los capitales de Oaxaca para financiar mediante operaciones fraudulentas a la corona española cuando ésta enfrentaba las dificultades que le acarreó la ocupación de España por las tropas francesas. Gay, quien nos informa de lo anterior, lo considera prácticamente responsable de la miseria oaxaqueña en el siglo XIX, ya que antes de él la provincia fue básicamente próspera[xxii]. Bergosa se opuso terca y beligerantemente a la Independencia; son célebres sus comunicados contra los insurgentes cuando éstos se acercaban a Oaxaca, en los que prevenía a sus fieles de lo que ocurriría si el “traidor sacrílego Morelos”[xxiii] finalmente ocupa la provincia.

Bergosa se apresuró a intervenir, como obispo de Oaxaca -había dejado de ser ya arzobispo electo de México y estaba la sede ocupada por Fontes- en el proceso inquisitorial de Morelos, firmando con otros la solicitud al virrey en que se le pedía procesar al insurgente como reo de la Inquisición antes de ser ejecutado. Bergosa obtuvo el infame privilegio de presidir el auto de fe en que Morelos fue azotado y degradado como sacerdote. Lucas Alamán nos informa que, durante la ceremonia, Morelos “se mantuvo sereno”, mientras “el obispo se deshacía en llanto”, lo que bien podría expresar —no nos engañemos— la satisfacción que le producía culminar así su larga carrera como inquisidor[xxiv].

Es preciso excluir a Bergosa de ser autor de alguna construcción o modificación del palacio episcopal que lo hiciese aparecer con el aspecto que tenía cuando Mühlenpfordt lo conoció. Existe, por cierto, un escueto testimonio sobre algunas obras realizadas en el obispado al llegar Bergosa a Oaxaca, en octubre de 1802. Se trataría de los trabajos de acondicionamiento normales para un nuevo inquilino, sin olvidar que los frecuentes temblores en la ciudad obligaban a repetir las reparaciones y que hubo un sismo en 1801. Al referirse al canónigo José de San Martín, radicado en Oaxaca y quien se puso al servicio de Bergosa, Ana Carolina Ibarra dice:


San Martín pronto se convirtió en un colaborador eficaz. Hacia 1802 lo vemos comisionado para hacerse cargo de los tratos con el arquitecto encargado de la remodelación del templo de San Agustín, una de las tareas más importantes impulsadas por Bergosa en materia de arquitectura. Por otro lado, de facilitar arbitrios para esta obra y la de la casa episcopal; conseguir que el citado arquitecto, don Luis Martín, cumpliera con una obligación contraída, que al parecer había venido relegando por razones no mencionadas […]


A partir de 1804, la composición del coro de la catedral y todas las reparaciones de aquella santa iglesia, fueron cumplidas por el arquitecto Zapani, y estuvieron supervisadas por San Martín. Los testimonios permiten apreciar que se trató de una obra prolongada…[xxv]


La mención del edificio del obispado en el contexto de las restantes obras supervisadas por San Martín apunta a trabajos menores, los que puede exigir un nuevo ocupante. Y nada en el contexto político de la época explicaría la rehechura de la fachada del obispado para que adoptase la forma que recogen Mühlenpfordt y las fotografías más antiguas. De hecho es incluso irrelevante que haya sido un personaje como Bergosa el obispo en tales tiempos; de datar el edificio de los inicios del siglo XIX cualquiera podría habérselo dicho al arquitecto alemán, y desde luego es seguro que sus posibles informantes de mayor edad, en la década de 1820, podrían haber atestiguado que esta fachada datase incluso de la última época del siglo XVIII. Cuando Mühlenpfordt dice: “No he podido averiguar cuándo fue construido este palacio...”, debemos tener en mente que se trata de alguien con una respetable cultura científica, que consulta archivos y bibliotecas, lee historiadores y copia manuscritos, recoge investigaciones estadísticas recientes, dibuja cuidadosamente monumentos arqueológicos y, por supuesto, se informa interrogando a la gente.

Por lo demás, tanto el siglo XIX como el propio XVIII en su totalidad ofrecen información nada escasa sobre obras de arquitectura, reconstrucciones por terremotos y aún toda clase de sucesos curiosos —como aquella noticia del animal con dos cabezas—, y esto de manera más puntual cuando se trata de la actuación de la burocracia colonial tanto civil como religiosa. No es necesario por el momento coincidir con Mühlenpfordt en que el edificio date del siglo XVI. Pero sí podemos mientras tanto afirmar en esta exploración hacia atrás, a partir del texto de Mühlenpfordt únicamente y con las inferencias que permite hacer, que se trata de un edificio construido durante la colonia, exactamente con la fachada que el arquitecto alemán describió con precisión y conocimiento de la materia, misma que aparece en las fotografías más antiguas, con el ático y remate —que Mühlenpfordt no debió considerar del mejor gusto— recogidos en esas fotos. Esta fachada aún puede apreciarse en lo esencial en la actual planta baja del ex-obispado, con las modificaciones ya mencionadas, y puede afirmarse que debemos excluir no sólo los primeros años del siglo XIX y finales del XVIII como su época de construcción, sino todo este último siglo.

En los inicios del siglo XIX, antes de la invención de la fotografía y cuando lo que había era básicamente una generalizada indiferencia sobre las altas culturas mesoamericanas en los medios españoles, y los extranjeros que estaban potencialmente interesados en ellas no encontraban un acceso fácil a un país sojuzgado y culturalmente devastado por España, difícilmente se encontraría a alguien con la capacidad de encontrar similitudes del tipo de las que encontró Mühlenpfordt en el ex-obispado.

La descripción de la fachada del obispado hecha por Mühlenpfordt es notablemente precisa. A ello contribuyeron tanto su formación académica y profesional como su excepcional —para aquella época y aún la nuestra— conocimiento de Mitla. A partir del siglo XX cualquier estudioso estaba ya lo suficientemente familiarizado con las características arquitectónicas de los edificios de Mitla como para reconocer sus rasgos en el ex-obispado. En los inicios del siglo XIX, antes de la invención de la fotografía y cuando lo que había era básicamente una generalizada indiferencia sobre las altas culturas mesoamericanas en los medios españoles, y los extranjeros que estaban potencialmente interesados en ellas no encontraban un acceso fácil a un país sojuzgado y culturalmente devastado por España, difícilmente se encontraría a alguien con la capacidad de encontrar similitudes del tipo de las que encontró Mühlenpfordt en el ex-obispado. Sólo el trabajo de Mühlenpfordt, como muestran sus espléndidas láminas —y su inmenso valor en un año como 1830 apenas puede ser cabalmente comprendido hoy, teniendo en cuenta que es además el resultado de una iniciativa personal— daba entonces una base para comprender la arquitectura de Mitla... y de ahí extraer cualquier otra conclusión.

Para el público lego, Mitla si acaso serían unas grecas con algo atrás. Incluso el trabajo de Guillermo Dupaix y Luciano Castañeda[xxvi], efectuado hacia 1806, carece de la precisión necesaria para advertir las semejanzas entre Mitla y el palacio episcopal. Los dibujos de Castañeda sirvieron para realizar tanto las litografías en color de H. Baradère en Antiquités Mexicaines, de Charles Farcy (1834), como las monocromáticas publicadas por Lord Kingsborough en Antiquities of Mexico (1837)[xxvii].


Ruinas de Mitla, Oaxaca. Archivo General,1874.

Después de Mühlenpfordt, pasaría por Oaxaca en 1854 el también alemán Gustavus Ferdinand von Tempsky, quien estuvo un par de días en la capital del estado, visitando Mitla en cuanto le hablaron de la ciudad arqueológica. Realizó ahí unos dibujos que, convertidos en una litografía y algunos grabados, se publicaron en un libro de su autoría aparecido en 1858 en Londres[xxviii]. De mejor calidad que los de Castañeda, ofrecen una información considerablemente más confiable, como lo prueba su comparación con las fotos de Charnay, tomadas cuatro años más tarde. Sin embargo, no vio Von Tempsky el refinado juego de inclinaciones de los tableros en el Palacio de las Columnas, tan notorio en las esquinas del edificio y ausente en su litografía del mismo. No parece que Von Tempski conociera el libro de Mühlenpfordt -no menciona el obispado al describir, muy brevemente, la ciudad, en la que no hay que olvidar que estuvo sólo de paso- ni sus dibujos, que en aquellos años se conservaban en Oaxaca y que otros viajeros, como Von Müller y Maler, pudieron ver, como consta.

En cuanto a los visitantes comunes de las ruinas, es difícil que hiciesen un análisis de las mismas, y que advirtiesen, por ejemplo, el refinamiento de la estructura formal de los tableros, con su movimiento ascendente y descendente, así como los taludes de distinta clase que presentan, que retuviesen sus impresiones y luego identificasen los antiguos monumentos que eran básicamente una cosa con grecas, con un edificio que los imitaba pero carente de ellas y de cualquier otro refinamiento, bastante severo en realidad.

El texto de Esteva es muy elocuente en este punto: “Aquella casa, que en su exterior no presentaba un aspecto de antigüedad, ofrecía en el frontispicio, con severos tallados, una estructura especial y muy poco semejante a las otras residencias de los próceres oaxaqueños”. Ya sea que este párrafo recoja una descripción antigua o sólo la impresión de Esteva, es significativo que no se identifiquen las formas del ex-obispado con las de Mitla. Y esto en 1910. Sin embargo, ya se trate de la visión de Esteva o de la de algún informante anterior a él, pero que no sometió a un análisis, hay una conciencia de la singularidad de la fachada: su severidad, pero también su no antigüedad, que podemos interpretar como no contemporaneidad con los diversos estilos arquitectónicos coloniales, y poca semejanza con cualquier otra residencia oaxaqueña de cierta importancia. Aparentemente no era posible para un profano pasar más allá en el análisis de este edificio.

Von Müller hizo un trabajo notable en relación con el árbol del Tule y Monte Albán, y era un científico competente. Pero no era un arquitecto y su mención del ex-obispado, en comparación con la de Mühlenpfordt, es muy poco satisfactoria, a pesar de tener la descripción de Mühlenpfordt como modelo: el indicio más fuerte está no tanto, o no solamente, en la identificación de las formas “indias”, sino en la mención del estilo toscano.

Después de Mühlenpfordt y con anterioridad al ambiguo texto de Esteva sólo existen otras dos referencias escritas sobre las características arquitectónicas del ex-obispado. La primera es una breve descripción del naturalista viajero —ya mencionado— Johann Wilhelm von Müller, recogida en su Reisen in den Vereinigten Staaten, Canada und Mexico (Viajes por los Estados Unidos, Canadá y México), previamente citado. Von Müller pasó por Oaxaca en 1857 y su estancia en el Estado no debió ser muy prolongada -por lo que sabemos de su itinerario, tal vez unas semanas-. Tanto por la naturaleza de su texto como por tratarse de otro alemán, es lógico que Von Müller conociese el libro de Mühlenpfordt, y la descripción que hace del palacio episcopal es una prueba de ello: “En el centro de la ciudad se encuentra la plaza mayor, cuyo lado sur se halla delimitado por el palacio episcopal, un edificio que conjuga el estilo arquitectónico de las antiguas viviendas indias de los grandes sacerdotes con el estilo toscano que presenta la fachada”[xxix].

Von Müller hizo un trabajo notable en relación con el árbol del Tule y Monte Albán, y era un científico competente. Pero no era un arquitecto y su mención del ex-obispado, en comparación con la de Mühlenpfordt, es muy poco satisfactoria, a pesar de tener la descripción de Mühlenpfordt como modelo: el indicio más fuerte está no tanto, o no solamente, en la identificación de las formas “indias”, sino en la mención del estilo toscano. Sus observaciones son imprecisas e insuficientes en algunos aspectos: en primer lugar, el ex-obispado no delimita la plaza y menos aún el lado sur de la misma; no dice Von Müller tampoco que se trata de una imitación de los palacios de Mitla, lugar donde estuvo, y el estilo toscano —omitió decir que es toscano rústico—, por último, está presente sólo en la portada, por lo que resulta impropio hablar tan vagamente de la fachada en relación con este estilo. Conoció también los dibujos de Mühlenpfordt, que entonces se conservaban en Oaxaca. En su descripción del Palacio de las Columnas se refiere a ellos:


Desde el patio citado, una escalinata conduce hasta las tres entradas del edificio. Tan pronto como uno se ubica en su interior resulta procedente apreciar el conjunto de todas esas ruinas. Los restos que quedan actualmente no hubieran bastado para que Mühlenpfordt trazara el plano que, si no me equivoco, elaboró hace unos treinta años; con lo que se hace patente la rapidez con la que estas ruinas están deshaciéndose como nieve que se derrite y aproximándose a su total desaparición.[xxx]


Von Müller llegó a Oaxaca en febrero de 1857[xxxi], algo menos de tres décadas después del posible arribo de Mühlenpfordt; los dibujos de su compatriota tendrían apenas veintiséis o veintisiete años de realizados. Von Müller, empero, no interpreta bien la naturaleza técnica de los mismos. Con tal origen podían adoptar, como ocurrió aquí, un carácter reconstructivo y analítico, práctica muy común en la formación académica de los arquitectos de la época, que se acercaban a toda clase de ruinas. Nunca tuvo Mühlenpfordt, a diferencia de Luciano Castañeda y Von Tempsky, una intención “pictórica”, como habría pensado Von Müller, para concluir que el deterioro de los edificios era muy acelerado. Consignamos su descripción del ex-obispado, sin embargo, para mostrar por contraste el valor de la de Mühlenpfortdt: incluso un observador calificado como Von Müller, al no reunir las características que hemos señalado para Mühlenpfordt, puede describir este edificio sólo de manera insatisfactoria y en realidad es casi seguro que sin la descripción previa de Mühlenpfordt jamás hubiese advertido, por sí mismo, la singularidad del ex-obispado. El dibujo de Ajofrín, el más antiguo conocido de Mitla, es muy elocuente, como ya adelantamos, sobre otro aspecto de la cuestión que estamos discutiendo: a los ojos de un lego, la forma de los edificios de Mitla es incomprensible. Para este religioso, como para Burgoa anteriormente -y Ajofrín copia en este punto el texto de Burgoa-, Mitla tenía interés, más bien, como escenario infernal de los deplorables ritos de aquellos discípulos de Satanás que habían sido los religiosos zapotecos. Para estos informantes del período colonial era obligado, por cada manifestación de asombro positivo ante estos edificios, testimonio de la antigua grandeza de la cultura oaxaqueña, agregar todos los comentarios negativos posibles sobre la misma. Excepcionalmente, Burgoa pudo advertir una singularidad de la arquitectura de Mitla: el sutil manejo de los taludes invertidos en la parte superior de los edificios.


“Panteón de los reyes zapotecas de Mitla”. Dibujo de Francisco Ajofrín de 1766. Para adecuarse al texto de Burgoa sugiere que el patio tiene dos pisos. Sólo representa uno de los tres vanos de la fachada (los laterales estarían tapiados). Las formas de la fachada se interpretaron como un almohadillado rústico, de la misma forma que se hizo en el grabado de 1843 de la fachada del ex-obispado.

El otro testimonio escrito a que hemos aludido es el de Teobert Maler. El fotógrafo alemán cita a Von Müller[1] y en su libro pudo ver la referencia que hace a los dibujos de Mühlenpfordt; no es nada remoto que conociese tanto el Versuch -hace una descripción de los acervos bibliográficos conventuales muy similar a la ya citada de Mühlenpfordt [2]- como los planos hechos por el arquitecto. Maler estuvo seis meses en la zona central de Oaxaca, tiempo suficiente para tener acceso a los mismos, ya que los visitantes interesados en la arqueología, como pasó con Von Müller, lo conseguían, y fue también el caso, como recogieron Ortega y Medina y Monjarás Ruiz[3], de Adolph Bandelier en 1881, Eduard Seler, quien los menciona en 1884, y Antonio Peñafiel en 1890. La brevísima descripción del ex–obispado hecha por Maler es ésta: “Cerca de la iglesia principal se encuentra el ex-obispado, cuyo exterior es una miserable imitación mal interpretada de los palacios de los sacerdotes de Mitla”[4].

Por todo lo anterior, no constituye ninguna exageración afirmar que únicamente alguien como Mühlenpfordt estaba capacitado, en un momento como el suyo —y todavía por un largo tiempo después, considerando que los testimonios posteriores acusarían su influencia— para percibir los rasgos que él advirtió en el palacio episcopal. Sólo en el siglo xx, y ya muy avanzado, se comienza a establecer la relación entre Mitla y este edificio por estudiosos como Toussaint, Guerra, Siller y Alva, en buena medida de manera fortuita, es decir, porque había aparecido el marco conceptual necesario para dar cuenta de ella: el nacionalismo de fines del xix y principios del xx. Sin embargo, constituye la mayor ironía que este “reconocimiento” desvaneciera la singularidad formal del ex-obispado, al colocarlo en un lugar equivocado cronológicamente hablando, falseando su origen y remitiéndolo de nuevo a la invisibilidad, es decir, al desconocimiento de su singularidad.


Notas


[1] Teobert Maler, pp. 26-27.


[2] Ibid., p. 26.


[3] Los palacios, pp. xv-xvi.


[4] Teobert Maler, p. 24.

[i] Ortega y Median, Juan A. y Monjarás Ruzi, Jesús, “Estudio preliminar” en Los palacios, pp. vii-viii.


[ii] Villoro, Juan, en “La voz en el desierto”, Prólogo a Georg Christoph Lichtenberg, Aforismos. México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 19; en adelante, Aforismos.


[iii] Aforismos, p. 23.


[iv] Bitterli, Urs, Los “salvajes” y los “civilizados”. El encuentro de Europa y Ultramar. México, Fondo de Cultura Económica, 1982, p. 268; en adelante, Los “salvajes”.


[v] Los “salvajes”, pp. 304-305.


[vi] Aforismos, p. 227.


[vii] Esto plantea José Enrique Covarrubias: México, país y gente, según tres autores alemanes del siglo xix. Las obras de Landeskunde de Mühlenpfordt, Sartorius y Ratzel. Tesis de Licenciatura. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, pp. 56, 60, 75 y passim, así como su “Estudio preliminar” en Ensayo de una fiel descripción, particularmente en pp. 9-10, 14, 16-18.


[viii] Francisco Burgoa, Geográfica descripción de la parte septentrional del polo ártico de la América y, nueva Iglesia de la Indias Occidentales, y sitio astronómico de esta Provincia de Predicadores de Antequera Valle de Oaxaca. Tomo I. México, Editorial Porrúa, 1989 p. 22; en adelante, Geográfica descripción.


[ix] José Mariano Beristáin, Biblioteca Hispano Americana Septentrional. Tomo I. México, Ediciones Fuente Cultural, 1947, p. 107, donde consigna el título de esta obra perdida de Chávez Castillejos como Historia de la Provincia de S. Hipólito Mártir de Oaxaca, y que “para desempeñar el cargo de cronista de su provincia, registró [Chávez Castillejos] todos los archivos de ella...”; en adelante, Biblioteca.


[x] Estudios históricos. Tomo i, p. 273.


[xi]Ensayo de una descripción fiel, p. 32. El texto original, en Versuch. Tomo ii, capítulo vi, p. 161.


[xii]José M. Murguía y Galardi compiló en 1818 y 1826-27 una serie de estadísticas de Oaxaca, complementadas con noticias históricas, inéditas hasta su publicación como Estadística antigua y moderna de la provincia, hoy Estado Libre, Soberano e Independiente, de Guajaca. Tomo vii. México, Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística, 1859, con una sección agregada por José M. García. Carlos María de Bustamante había publicado anteriormente un extracto del trabajo de Murguía en Veracruz, en 1821. Mühlenpfordt debió conocer el manuscrito de Murguía apenas terminado, o tal vez la edición de Bustamante.


[xiii] Como ya se ha mencionado y consignan Ortega y Monjarás, el mismo Carriedo escribe sobre su relación con Mühlenpfordt en el “Artículo sobre Mitla”, publicado originalmente en 1851 en La Ilustración Mexicana. Tomo ii, pp. 493-500, recogido por Manuel Francisco Álvarez en Las ruinas de Mitla y la arquitectura, México, 1900, pp. 65-79.


[xiv] Ensayo de una descripción fiel, p. 31. El texto original, en Versuch. Tomo ii, capítulo vi, pp. 160-161.


[xv] Estudios. Tomo 1, pp. 228-237.


[xvi] Ensayo de una descripción fiel, p. 13. El texto original, en Versuch. Tomo ii, capítulo vi, pp. 145-146.


[xvii] Eutimio Pérez, en Recuerdos históricos del episcopado oaxaqueño. Oaxaca, Imprenta de Lorenzo San Germán, 1888, pp. 89-96; en adelante Recuerdos. Se ocupa del obispo Manuel Isidoro Pérez. Durante toda su estancia en Oaxaca Mühlenpfordt encontró la sede vacante: en 1831 el Vaticano puso a Isidoro Pérez ante la alternativa de retornar a Oaxaca o renunciar y esto último fue lo que hizo. Hay que esperar a 1842, con Morales, para que haya un obispo en Oaxaca.


[xviii] El Templado Oajaqueño, “Señor Prudente Oajaqueño”, en Apología del Exmô. e Illmô. Señor Obispo de Oajaca, en Tres Breves, pero Nerviosos Discursos, ó Cartas, que Dirigen Diversos Eclesiásticos de Aquel Venerable Clero al Autor de la que se Publicó, Subscrita por El Prudente Oajaqueño. Puebla, Oficina de D. Pedro de la Rosa, Impresor de Gobierno, 1823.


[xix] Recuerdos, p. 78.


[xx] Genaro García, documentos concernientes a Bergosa en “La Inquisición de México. Sus orígenes, jurisdicción, competencia, procesos, autos de fe, relaciones con los poderes públicos, ceremonias, etiquetas y otros hechos. Documentos inéditos tomados de su propio archivo”, en Documentos inéditos o muy raros para la historia de México. Tomo v. México, 1906: auto de fe celebrado con 13 reos en la iglesia de Santo Domingo el 1 de junio de 1783, pp. 188-201; visita de la virreina a la Inquisición el 31 de mayo de 1783, pp. 202-214; edicto del Santo Oficio sobre la extirpación de abusos de confesores contra la honestidad, pp. 215-222; en adelante, Documentos inéditos. La extensa actividad inquisitorial de Bergosa puede verse también en José Toribio Medina, Historia del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición en México, México, Universidad Nacional Autónoma de México y Miguel Ángel Porrúa, 1987, capítulos xx-xxv; en adelante, Historia del Tribunal.


[xxi] Recuerdos, p. 85.


[xxii] Historia. Tomo ii, pp. 377-378.


[xxiii] “El obispo de Oaxaca, a sus diocesanos, exhortándolos para que defiendan la provincia. 26 de agosto de 1811”. “La Independencia” (selección de documentos por Ernesto de la Torre Villar), en Historia documental de México. Tomo II. México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1964, pp. 60-62; en adelante, Historia documental. Esta es sólo una de las muchas comunicaciones dirigidas por Bergosa a los oaxaqueños, moderada para su costumbre, con el objeto de intimidarlos si se adherían a la causa insurgente.


[xxiv] Historia de Méjico. Tomo iv. México, 1851, p. 326.


[xxv] Ana Carolina Ibarra, Clero y política en Oaxaca: biografía del doctor José de San Martín. México, Instituto Oaxaqueño de las Culturas y Universidad Nacional Autónoma de México, 1996, p. 57.


[xxvi] Cuando los españoles quisieron información arqueológica sobre Oaxaca debieron recurrir al primero, un nativo de la actual Bélgica residente en México por veinte años, que “fue criado como francés y que nunca se apartó de la lengua y las costumbres francesas que eran parte de su personalidad. Robert L. Brunhouse, En busca de los mayas. México, Fondo de Cultura Económica, 1989, p. 23; en adelante, En busca.


[xxvii] En busca., pp. 22-33.


[xxviii] Gustavus Ferdinand von Tempski, Mitla, una narración de incidentes y aventuras personales en un viaje por México, Guatemala y El Salvador en los años de 1853 a 1855. México, Banco de México, 1991.


[xxix] Viajes, p. 53.


[xxx] Ibid., p. 67.


[xxxi] Ibid., p.1.





Víctor Jiménez es arquitecto por la UNAM. Ha ejercido esta profesión especializándose en la restauración de obras destacadas de la arquitectura del siglo XX, como las casas hechas por Juan O’Gorman para sí mismo en 1929 y para Diego Rivera y Frida Kahlo en 1932. Igualmente ha restaurado el Museo Experimental El Eco, obra de Mathias Goeritz de 1953. Historiador de la arquitectura y autor de diversos libros y artículos sobre el tema. Desde 1998 es director de la Fundación Juan Rulfo, y en esta responsabilidad ha estado a cargo de la edición de la obra de Rulfo y la organización de exposiciones y publicaciones sobre el autor, además de escribir sobre su obra literaria y fotográfica. Entre sus textos destacan los dedicados a la dimensión poética de la prosa de Juan Rulfo y las relaciones de su fotografía con la historia y la geografía de México.




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