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OJOS QUE VUELVEN SOBRE EL TIEMPO. JUAN PABLO DE ÁVILA Y LA HISTORIA REBELDE DE AGUASCALIENTES

Actualizado: 1 jun 2018

Ilse Díaz Márquez

Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa



Los orígenes de la épica, género literario y también género histórico, deben encontrarse en las épocas más remotas de la humanidad, donde el mito daba sentido al cosmos y a la existencia. Contar lo que se iba desgajando del inicio ha sido desde entonces obcecación de algunos. Pero no se ha tratado siempre de concebir la permanencia, obsesión de Parménides, sino de mostrar, como unos cuantos necios más cercanos a Heráclito han querido, que el devenir es un escenario siempre cambiante en donde los poderosos, a cuyo pasado no suelen faltarle cronistas, se enfrentan una y otra vez a los que no tienen, en apariencia, una historia.

El poema Ojos de Agua de Juan Pablo de Ávila (Aguascalientes, 1963-2012), lleva por subtítulo Épica de una región que se ahoga en sus miradas. Presentado así, el poema, texto extenso dividido en trece apartados que son a su vez poemas en sí mismos, pareciera surgir de una contradicción genérica insuperable: que la tradición épica europea, ya en su forma de epopeya, ya en la de cantar de gesta o poema heroico, presenta la mirada de los vencedores y exalta sus valores, ésos que han fundado la ficción de Occidente: los griegos incendiando Troya, el cristianismo en su cruzada contra los “infieles”.


Ojos de Agua, sin embargo, lanza una mirada sobre Aguascalientes, una región que poco o nada ha importado para la historia oficial de México, y se concentra en esos que Eduardo Galeano llamara los nadies, los sin pasado, los que han aportado su sangre y su trabajo para que el proyecto de la modernidad avance.

El motor civilizatorio se alimenta de la muerte, el cautiverio y la explotación de los que no pertenecen al mundo de lo humano sino al de las bestias. La épica asimismo se concentra en los grandes centros de donde emana ese poder. Ojos de Agua, sin embargo, lanza una mirada sobre Aguascalientes, una región que poco o nada ha importado para la historia oficial de México, y se concentra en esos que Eduardo Galeano llamara los nadies, los sin pasado, los que han aportado su sangre y su trabajo para que el proyecto de la modernidad avance. Se trata pues no de una contradicción sino de una trasgresión -digámoslo aunque sea una palabra que se haya desgastado-, y a la vez se trata de oponer una visión radical del antes y del ahora, que aparecen enlazados a través de las luchas y de los que en ellas murieron, ésos a quienes va dedicado el libro: “Para los muertos presentes siempre pendientes”.


Miradas. María Paula Hinojosa Reyes



Entonces nos convirtieron en hechiceros, diablos, brujos, mal. OCUMICHO: pueblo de diablos...



Símbolo constante en la poética de Juan Pablo de Ávila, el ojo va repitiendo su mirada a lo largo del libro: de los ojos de agua termal que conformaron la geografía de Aguascalientes desde épocas muy antiguas, y de los cuales vamos sabiendo cada día menos, hasta el “Ojo de metal” de la ciudad de finales del siglo XX que ya ha entrado de lleno en la industrialización. Para el poeta, el relato de los acontecimientos en el territorio que habitamos debe remontarse también a un sitio mítico, aunque a uno que no se idealiza sino del cual lo que saca en claro es el desconocimiento acerca de dónde venimos, el “Ojo inconsciente” con el cual miramos, pues la institucionalidad y el elitismo han acaparado las ventanas de la historia. No obstante, ésta apremia a ser reinterpretada:


…Señora inconsciente que arremete en nuestras pesadillas. Puedes caminar en puntas para no despertarla. Mas en cualquier instante, aún el esquivo, cual montaña dormida o cerro muerto

se levanta y lanza sus flechas de dudas pétreas.


En “Ojo salvaje” retornamos al mundo prehispánico, entendido como tiempo primigenio en el que civilizaciones tan grandes como las de cualquier otro punto del globo ocuparon el valle: “Las huellas de Cazcanes, Tecuexes y Guachichiles se confunden y mis ojos se han cegado…”. Pueblos que ahora confundimos bajo el nombre de chichimecas y de los cuales se dijo, durante siglos, que no eran más que nómadas, perros sin mecate, salvajes. De nuevo: gente sin historia. El “Ojo primitivo” testimonia el final de la grandeza, la guerra contra los conquistadores, la llegada de la esclavitud:


Entonces nos convirtieron en hechiceros, diablos, brujos, mal.

OCUMICHO: pueblo de diablos.


Bajo la mirada del “Ojo oscuro”, heredero del feudalismo medieval en América, y del “Ojo del hacendado”, la colonia se impone, no sin la resistencia de los pueblos indígenas, simbolizada por el caudillo Maxorro, cuyo ojo derecho “hizo temblar el tezontle”:

Cuando te mataron

construyeron un fuerte a tus pies

lo llamaron el fuerte del Valle de los Romeros

y los soldados que lo habitaban

tenían la orden de volverte a matar

si despertabas. Y tu muerte se hizo cerro.




No me dejes ardiendo, Barragana…



Los símbolos se encadenan: el opresor teme que la revuelta reviva y que jamás pueda sofocarla, su miedo le urge a matar una y otra vez, época tras época, al insurrecto. Lo que no comprende es que éste se ha vuelto inamovible, es el Cerro del Muerto que domina el valle y la ciudad actual. “FUERON ENTONCES LAS LEYENDAS” dice el poeta: la Barragana, esa mujer que deambulaba, decían, por las calles del centro en las noches, encendiendo el deseo de los hombres y luego desapareciéndolos:


…Tú me miras, y esa sonrisa únicamente sé apagarla a lengüetazos. Soy material y te espero y te llamo buscando la extremaunción de tu respiro, de tu aliento entrecortado.

No me dejes ardiendo, Barragana…


En este punto nos damos cuenta de que la transgresión a la que apunta el poema cobra un matiz distinto. Resulta que no se trata solamente de darle la vuelta a las características del género literario, más bien hay que hacer patente que la narración épica, al asentarse sobre todo en lo popular, en la oralidad y en acontecimientos que importan a la colectividad, se encuentra también en múltiples formas textuales: la ya mencionada leyenda, las canciones, los testimonios de los viejos, las fábulas. El relato épico no proviene entonces sólo del centro, entendido éste como el punto impuesto por el conquistador, se desarrolla, está en todos los lugares por donde la humanidad ha pasado.

El estilo mismo del poema así lo confirma. Retazos de apuntes “académicos” conviven con un flujo libre de palabras, a veces ordenadas en verso, a veces en prosa, que por momentos remiten al lenguaje de los manifiestos de vanguardia. Imágenes que sin llegar a la indeterminación, eluden la metáfora convencional e incorporan más elementos populares:


Ojo cemento

y te veo, te intuyo

en la vieja sabia que vende cempasúchil en el mercado

que me ofrece huevo de gallina negra

micle para el aborto, cempasúchil para el espanto.

Polvos del amor y agua de toloache.

Mirada milenaria

agua de la resurrección.

Agua que ve y subyuga

avanza al tiempo

y a la historia.


Al poeta no se le revela místicamente el texto, ni tampoco pertenece a un círculo cerrado y selecto de intelectuales, lo que hace es recoger las voces que han sido silenciadas y los saberes que la alta cultura ignora. La poesía, desde esta perspectiva es “rebelde”, una poesía que si bien no cambia el orden social de la noche a la mañana, sí se plantea un “no obedecer, resistirse, salirse del orden establecido y que se considera injusto”; una poesía humanizada, ubicada dentro de un contexto socio-político específico, que sin entregarse a una militancia ciega, se opone al narcisismo y al hedonismo de buena parte de la literatura actual, a esa postura en la cual “los poetas no corren riesgo”.

Así es como volvemos a recordar a Juan Pablo, en los talleres literarios, organizando colectivos, discutiendo con los jóvenes, editando fanzines, dibujando ojos en sus interminables cuadernos, a la hora de la comida mientras tomaba su primera o segunda o tercera cerveza en un café del centro de Aguascalientes. Así concebía el trabajo poético, esa acción que nada tenía que ver con la pureza y sí mucho con lo artesanal, con revisar una y otra vez los textos, sacar una plaquette, difundir de boca en boca, ilustrar el propio poema. Flores Magón, Posada y el sub Marcos todos los sábados en el taller de grabado del museo mientras con paciencia y también con sarcasmo criticaba nuestros primeros intentos de escritores.



...el autor abundará en la lucha del EZLN, a la cual fue muy cercano, y de estas inquietudes lo que sacamos en claro finalmente, siguiendo su pensamiento, es que en la construcción de una nueva cultura, nuevo México, nueva América, mucho tendrá que ver la poesía, que además de romper el silencio, construye una nueva historia y con imágenes, le da forma a la Utopía.


Juan Pablo de Ávila. CIELA fraguas, 2007

Tras dibujar con “Ojo libertario”, “Mal de ojo”, “Ojo aparte”, “Ojo revuelto”, “Ojos astillados” y “Ramal de ojos”, en la segunda parte del poema, la historia de Aguascalientes a partir de la Independencia y antes del “Ojo de metal” que es ya la entrada en el nuevo siglo, el libro remata con “Ojo rajado”, dedicado a la poeta Dolores Castro, en el que el autor habla de la guerrilla de los setentas. Porque en Aguascalientes, aunque no se lo crea, también hubo guerrilla, y a uno de sus líderes, Miguel Romo, lo encontraron muerto,


Tirado ante el río San Pedro:

“Este es de esos desgraciados

que se tragan el miedo de un bocado”.

De los que salen con ristre en las ventanas

de esos nunca ceniza

siempre fuego y abrevadero. El que nos hace.

este es de esos…


Y es que la poesía rebelde latinoamericana también está estrechamente relacionada con los procesos armados, con las luchas guerrilleras, que son luchas revolucionarias. En otros textos poéticos el autor abundará en la lucha del EZLN, a la cual fue muy cercano, y de estas inquietudes lo que sacamos en claro finalmente, siguiendo su pensamiento, es que en la construcción de una nueva cultura, nuevo México, nueva América, mucho tendrá que ver la poesía, que además de romper el silencio, construye una nueva historia y con imágenes, le da forma a la Utopía.


BIBLIOGRAFÍA

-Ávila, Juan Pablo de, “La utopía poética latinoamericana”, en Crisol. Año, 11, No. 13, diciembre de 1991.

__________________, Ojos de Agua. Épica de una región que se ahoga en sus miradas. Aguascalientes, Editorial Filo de Agua, 2004.




Ilse Díaz Márquez Es maestra en Filosofía e Historia de las Ideas y estudia el doctorado en Filología Medieval de la Universidad Autónoma Metropolitana-Iztapalapa. Es profesora del departamento de Letras de la Universidad Autónoma de Aguascalientes y autora de poemas, ensayos y cuentos. Se interesa por el misticismo en el mundo hispánico, por la teoría literaria y por la historia todavía no contada de las que vivieron y escribieron en los márgenes. Forma parte del comité editorial de La Historia y sus gusanos. Contacto: ayrazul@hotmail.com


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